¿Listo para sentir el pánico en la yema de tus dedos? En Resident Evil: Purge Operation, la supervivencia no es solo cuestión de suerte... es cuestión de habilidad con el mouse y reflejos más rápidos que un gato en patines. Al comenzar cada nivel, te lanzan al ruedo con la misión de encontrar esas armas que todo gamer quiere en su inventario: el infame shotgun que hace temblar hasta al más duro, y el francotirador, que es como tener ojos de águila sin tener que pagar membresía especial. Porque, ya sabes, en este juego el que no corre, vuela… o mejor dicho, revienta zombies.
Cuando suena esa alarma infernal, prepárate: hordas de muertos vivientes deciden que hoy es su día de fiesta y te hacen saber que no están para charlas. Aquí entra en jugo la famosa movilidad ágil — usar W A S D para moverte, SPACE para saltar como si te fuera la vida en ello, y el clásico rodar con la tecla X, que es tu mejor amigo cuando la cosa se pone fea. Eso de “ser preciso con el disparo” no es broma, porque una bala perdida y boom: estás rodeado de zombis más pegajosos que el chicle en la suela de tu zapato.
El sistema de combate se palpa con disparar con el botón izquierdo del mouse y apuntar con el derecho, un deleite para quienes aman el FPS clásico pero con ese toque de tensión que solo un apocalipsis zombie te puede dar. ¿Recargar? Pulsa R o será tu fin (literalmente). Interactuar con el entorno va por F, porque sí, ese viejo cartucho también sabe pedir café. Y ojo, si quieres pasar desapercibido o encontrar un buen escondite, el botón C te convierte en un maestro del sigilo al agacharte. Iba a decir que esto se siente como una mezcla entre parque acuático y montaña rusa, pero sería menos estresante que sobrevivir aquí. ¡En serio!
Tu primer encuentro con aquellas bestias horripilantes es como una fiesta sorpresa donde tú eres el único invitado: te mojas, te salpican y para colmo, tienes que decidir rápido si disparar, rodar o echar a correr. Spoiler: casi siempre acabas haciendo las tres cosas a la vez, y tu teclado mirándote con cara de '¿en serio?'. Al final, si logras manejar el ritmo frenético de movimiento, puntería y toma de decisiones bajo presión, sentirás esa dulce victoria que a veces es mejor que el café, al menos cuando se trata de un videojuego.