¿Listo para una escapada post-apocalíptica con sabor a gasolina y terror mutante? En Autobús perdido la cosa está que arde (literalmente, después de un nuclear, ¿qué esperabas?). Aquí no solo tendrás que correr por tu vida contra zombies que parecen haber hecho trampa en el gimnasio con esas dimensiones infernales, sino que tu compañero fiel será un autobús escolar tuneado hasta el infinito y más allá. Sí, leíste bien: tu propia nave terrestre cargada de mods que, sorpresa, pueden ser lo que marque la diferencia entre ser cena o salir vivo para la próxima misión.
El sistema de supervivencia no es un paseo por el parque: tendrás que administrar recursos como quien busca el cargador del móvil en una mochila caótica, mientras esquivas mutantes que parecen sacados de una pesadilla de David Lynch. ¿La estrategia? Jugar con los momentos de suerte, las inesperadas apariciones militares y, claro, sacarle el máximo jugo a tu bus. Los modos de personalización del autobús son tan profundos que puedes convertirlo en una fortaleza móvil o en una especie de Transformer con más cañones que ruedas. Te prometo que intentar armarlo no es tan fácil como los tutoriales quieren hacerte creer (yo intenté y solo logré un Frankenstein rodante).
En cuanto al combate y la movilidad, prepárate para maniobras que desafían la gravedad y la paciencia. Nada como sentir que tu teclado va a volar por la ventana cuando un némesis zombificado aparece de la nada y tienes que reaccionar en décimas de segundo, mientras manejas el bus por terrenos que parecen diseñados para sacarte de quicio. La dinámica entre tu compañera Sasha, que no solo es apoyo moral, sino también de estrategia, y la maquinaria de guerra sobre ruedas, hace que cada partida se sienta como esa mezcla de episodio de The Walking Dead y una carrera de Mad Max. ¿Quién hubiera pensado que sobrevivir a un apocalipsis nuclear podría ser tan... adrenalínico?