¿Quién dijo que gobernar una galaxia era cosa de magnates espaciales? En Planeta de Fusión, tu misión (si decides aceptarla) es bastante más sencilla, y a la vez más adictiva: fusionar planetas como si fueran piezas de un puzzle cósmico. Imagina un 2048 con esteroides astronómicos, donde en lugar de sumar numeritos, combinas mundos enteros. Sí, la cosa se pone seria cuando dos planetas idénticos se rozan y de repente tienes uno más grande, más poderoso… y con más swag espacial.
El truco aquí es el clásico y virgen arrastrar y soltar que parece fácil pero termina dándote más dolores de cabeza que salir vivo del primer jefe en un RPG. Mueves planetas con un clic, o un toque si vas en modo móvil, y los sueltas para que se junten. Pero ojo: como en esos tetris de infarto, tienes un espacio limitado y si los cuerpos celestes no caben, game over. ¿Quién hubiera pensado que la fluidez del universo podría acabar por culpa de un marco? En serio, el primer choque de planetas me tuvo al borde del teclado.
Además, la gestión del espacio no es solo un capricho visual. Es un mini brainbreaker para maestros de la estrategia improvisada. Cada movimiento cuenta porque una mala jugada es como perder el último trozo de pizza en una pelea de amigos: doloroso y traumático. Y si quieres presumir más que el vecino con su Tesla, intenta crear la galaxia más resplandeciente posible, porque cada planeta fusionado es un paso más hacia ese cosmos instagramable que tu universo necesita.
Lo bueno de esta odisea intergaláctica es que se puede jugar en cualquier lado, incluso sin conexión — perfectísimo para esos momentos incómodos en el transporte público o cuando tu Wi-Fi decide tomarse vacaciones. Y tranquilo, que el juego es tan familiar como esos memes de gatos que tanto nos gustan, así que nadie queda fuera. ¿Listo para ser el guía supremo de esta galaxia chiquita pero matona? Ve preparando esos dedos compulsivos de fusionar porque aquí la obsesión es algo serio. GG, universo, GG.