¿Creías que disparar flechas era cosa de vaqueros de película o de dedo firme en videojuegos de fantasía? Pues prepárate para que tu pulgar diga “GG” porque en Archery Master el arte del arco tiene más capas que una cebolla... y sí, a veces también te hará llorar.
El truco aquí es el sistema de progresión dinámico: comienzas con un arco que parece sacado de un bazar barato y, a medida que demuestras que no eres un completo desastre, desbloqueas arcos dignos de Robin Hood en su mejor momento. Pero no solo se trata de pegar palazos al objetivo; tienes que lidiar con factores como el viento y dianas en movimiento, porque claro, lanzar flechas en línea recta sería demasiado fácil. Imagina intentar noquear a una mosca que no para de bailar salsa: así, pero con trayectorias más locas y la tensión al máximo.
La mecánica de control es tan sencilla que hasta tu abuela podría intentarlo: arrastras para apuntar y sueltas para disparar. Pero aquí viene la parte loca, controlar esos caprichos de la física que te harán desear que el botón para un “nerf” en el viento exista. Y qué decir de la práctica con los niveles, que van desde objetivos estáticos (la abuela del tablero, digamos) hasta dianas que parecen tener vida propia. Cada disparo cuenta, porque tu precisión y rapidez te meten directo en las tablas de clasificación, que son básicamente el muro del respeto para todos los tiradores.
Ah, y no te olvides de subir de nivel tus armas porque mejorar la precisión, la potencia y hasta la pinta del arco no es solo un capricho estético (aunque francamente, quién no quiere un arco que luzca digno de Instagram). I tried to get the crafting down, and ended up with a mess worthy of MasterChef — pero bueno, cada flecha mejor que la anterior, ¿no?
¿Primer boss? Bueno, no hay jefes como tal, pero el primer nivel con viento cruzado y objetivos que se mueven fue casi un “adiós mundo cruel” para mi teclado. En serio, esta mezcla de habilidad, estrategia y timing hacen de Archery Master un juego que no solo pica, sino que prácticamente te da un capuz para tu mano derecha. Y tú, ¿estás listo para convertirte en el Robin Hood que tu gato cree que eres?